Recuerdo

Los rumores de la memoria aluden a los azotes bronceados del eco magistral de Manuel Arroyo Jiménez, "Tío Mollino". Para muchos no valdrá la pena decir quién era, cómo fue su vida, qué ha representado en la historia flamenca de la zona del Campo de Gibraltar, y otros se preguntarán "y ¿qué?". Pues bien, ignorar a personajes como Tío Mollino en esta cultura o arte es como vaciar el pozo profundo de su historia, la que llevaron por bandera sus antepasados de Andalucía la baja, es una deuda pendiente que seguimos llevando a hombros los flamencos.
Recuerdo que era una tarde de verano, en Algeciras, en la ciudad que lo vió nacer. Corría el mes de Agosto y era en el bar "La Guitarra", propiedad del bailaor Salvador Flores Montoya "Salvorito" sito en la barriada de la Bajadilla, concretamente en la calle Santa María Micaela, con niños correteando y familias en las casapuertas tomando el fresco y hombres respetuosos y cabales en el establecimiento. Tío Mollino iba de trato con Tío Isidro. Nadie pensaba que fuera a cantar. Estaba pensativo por atrincar los jurdeles de aquel negocio que traía entremanos. Había pedido un vaso vino. Tío Isidro lo miraba. Y Tío Mollino rompió cantando por siguiriyas. Nos cantó las duquelas por estar canino (dinero). Y se marcharon. Se fueron para hacer el trato. Se fue el eco gitano. Y en los asistentes de aquel día, en el bar "La Guitarra", quedó el recuerdo tatuado en las carnes de los oyentes. Como todos los muertos de la tierra, ya no habrá más con esos melismas tan precisos y embriagadores y más gitanos que reinaba en su voz. Ni esas lágrimas que hacían sacar al que escuchaba cuando rompía Tío Mollino.

"a llamas vivas, candelas"...

Propiedad del autor Manuel Flores Narváez 

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